martes, septiembre 08, 2009

Era la Tercera vez que Cruzaba el Charles Bridge (Parte 1/3)

Era la tercera vez que cruzaba el Charles Bridge ese día.
Me sentía inspirado, reflexivo, con energías, y ya entrada la tarde, a esa hora donde sientes que la brisa fresca entra por la ventana del ocaso, decidí con una caja de vino, un jamón y mi tabaco, sentarme en una cuneta a “croquear” alguna imagen de la ciudad y a disfrutar de mi merienda.
Cualquier esquina servía para mi propósito, ya que cualquier cuadro de Praga antiguo es una postal, sobre todo cuando los últimos rayos del sol, dan pie a largas sombras en la ciudad.

Mientras esbozaba algunos garabatos con rapidograf, sentía como lentamente me embriagaba entre la imagen de la ciudad, el atardecer, el exquisito sentimiento de libertad, y por supuesto que con el vino.
No llevaba media hora en mi empresa, cuando dos jóvenes de mi misma edad que pasaban a mi espalada, quedaron viendo mi dibujo, haciendo uno de ellos un gesto como de: “Te está quedando bueno”, a lo cual yo sonreí levantando el mentón mientras secaba de vino mi boca con mi mano y aprovechando de dar otra fumada a mi cigarro.
Ellos también tenían su botella, y sin darme cuenta ambos se sentaron conmigo en la cuneta de la plaza de un nombre que nunca me preocupé saber, (Era la que da a esa calle que tiene el reloj y que todos los turistas van a ver el cambio de hora), a disfrutar la tarde y de mirar a toda la gente que pasaba por el lugar.

De inmediato sabía que mis nuevos amigos se veían buena gente. Me ofrecieron tomar de su botella empapelada en un idioma que jamás hubiera adivinado de donde era, en esa clásica imagen de la botella envuelta en papel que sostienen los vagabundos cuando están ingiriendo alcohol en las calles, la cual rechacé con amabilidad diciendo: “No thanks, I´m cool with my Wine”.
Ellos se miraron y cambiaron la mirada. Yo titubeé. El que me había ofrecido un trago, volvió a hacerme otra pregunta en el mismo idioma, a lo cual respondí sonriendo: “Sorry I don´t understant what you are saying”. Ellos volvieron a mirarse y yo a titubear, pero una sonrisa de uno de ellos me seguía teniendo tranquilo. “Do you Speak English”, pregunté?. No, dijeron ambos al unísono.
“Bueno y ahora que hago”, pensé. Hubo un silencio y seguimos todos mirando la plaza y yo atiné a encender otro cigarro como para buscar una distracción y cuestionarme si estas personas eran de verdad, ó los había creado en forma inconciente.

De pronto uno de ellos, el más alto me vuelve a hablar y yo no a entender, pero el apuntando hacia mi croquis hacia gestos. “Yes, thanks”, argumenté, pensando que seguía alabando mi dibujo, pero en realidad, quería que le prestara mi cuaderno y el lápiz. (Que lento estoy pensé, pero ya daba todo lo mismo).
Siempre era el mismo el que me hablaba. El otro sólo sonreía cuando me veía y estaba más concentrado en su botella y en avisarnos cuando pasara una mujer con lindas piernas, apuntándola y piropeándola sin mayor discreción mientras su risa babeaba el cuello de la botella (Estar sentados en una cuneta es la altura perfecta para mirar las faldas del verano).

Tomó el lápiz y dibujó una bandera, yo la miré y levanté mis hombros. Mi amigo balbuceó algo en su idioma e hizo un garabateo de mapa de Europa Oriental remarcando uno. “Ah, you are from Slovaquía”, pregunté?. Yes, dijo él, “Slovak” (ó algo así) mostrándose ambos muy orgullosos, no sé si de su País ó de porque finalmente les había entendido algo de lo que me decían.
En realidad nunca supe si eran de Solovenia o Slovaquía, pero eso también daba lo mismo. Los tipos eran buena gente y se disiparon todas las dudas sobre si quisieran hacerme algún mal. ¡Ahora si puedo tomar tranquilo y relajarme sin pensar por cual calle correr, reflexioné!.
Ahora era mi turno, tomé el lápiz y les dibujé a Sudamérica y a Chile. Ellos rieron. Por suerte no terminamos hablando ni de Zamorano, ni de Salas, ni del Chino Ríos ó peor aún de Pinochet.
Ya sabíamos de donde éramos y nuestro sistema de comunicación con el croquis era muy entretenido. Ya era de noche y yo me encontraba como si estuviera jugando “Pictionary” (“Yo dibujo, tú adivinas”), en una de las ciudades más hermosas en las que he estado.
Aprendí palabras que no sé como se escriben pero son algo así como: “Nasdravie”, que significa Salud, “Cigu” que significa cigarro, “Bakujem” que es gracias. Ah, y por supuesto, la palabra “presia” que siempre anunciaba el slovaco quien riendo a carcajadas me anunciaba dándome codazos en las costillas cuando venía una mujer con grandes pechos.

Ya era de noche y en medio del encuentro, entre risas y ya con la botella a medio terminar, les pregunté a que se dedicaban. El que nunca hablaba me miró y como ya estaba entrado en copas se olvidó nuestra diferencia de idioma, y comenzó el juego de “yo hago la mímica y tú adivinas”. Mostrando su antebrazo hizo un gesto de cómo si se estuviera poniendo una inyección en su brazo. ¡Drogadictos! pensé e incluso quizás balbuceé, volviendo ahora a mi preocupación inicial, sólo que con más fuerza. No, dijo el otro slovaco quien había leído mis ojos, y levantándose también de la cuneta y con mímica perfecta, logré entender luego de largos minutos de explicación, que ellos eran enfermeros y que estaban en Praga haciendo su práctica laboral.
“Ah”, suspiré con alivio volviendo a mi sonrisa y embriaguez (Cuando uno viaja solo siempre está como perro quiltro en la calle alerta a todo lo que te pueda pasar).
Reíamos todos porque entendieron que yo había inferido que eran drogadictos y que se dedicaban a vagar por las calles, metiéndole conversa al primer turista que encontraran.
Las botellas se acabaron y luego de un cómodo silencio prolongado, ellos me invitaron a que vayamos a un bar. "Ano" dije en seguida (Que significaba, Sí).







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