martes, septiembre 08, 2009

Era la Tercera vez que Cruzaba el Charles Bridge (Parte 3/3)

Paramos de correr y cada uno por su lado trató de recuperarse. Uno se tiró al suelo, otro se sentó en una banca y yo arrodillado en el piso vomitaba con un calambre en la pantorrilla que era como una piedra amarrada a mi pierna que iba ser mi ancla al fondo, si tuviésemos que correr nuevamente.
No nos dijimos nada en por lo menos por diez minutos. Sólo nos escuchábamos la respiración y caminando transpirados sin rumbo, entramos sin decirnos nada a un bar. Pedimos tres cervezas. Nadie fumó.

En cada sorbo yo me secaba los ojos para secarme la transpiración y de paso para evitar que me vieran llorar.
Sin duda era el más afectado de la situación. El slovaco que no hablaba mucho, tocó mi vaso con el suyo en gesto de salud, y dijo con gestos y suaves palabras algo que estoy seguro que inferí correctamente:
“En slovaquia hay muchas gitanas que constantemente están robando. La única forma que te devuelvan tu billetera es pegándoles".
Sacó su billetera y mostrándome un fajo de billetes prosiguió; “Hoy nos pagaron por la práctica de tres meses de trabajo de doce horas al día. Lamento lo que viste pero era la única opción”.

Yo no dije nada. Era todo tan bizarro que aún no podía procesar todo lo que nos había pasado.
Terminamos nuestras cervezas, y nos despedimos del lugar con un fuerte abrazo y con la expresión como diciendo: “Un placer haberlos conocido y que increíble la aventura que recién vivimos”.
No hubieron sonrisas, sólo un gesto. Después de todo, nuestra amistad se basó en eso pensé tiempo después.
Ya con frío por la transpiración y cojeando de mi pantorrilla decidí volver a la Hostal que estaba a gran distancia en Praga Nuevo.
Caminaba lentamente aún impactado, por todo lo que había pasado.
Había sido la locura del viaje, quizás de mi vida, pero bueno ya había pasado pensé mientras enrolaba con un poco más de entusiasmo un nuevo cigarro.
Eran cerca de las cinco de la mañana, y con la corrida, no tenía la más mínima idea de donde estaba parado.
“Que importa”, pensé. Con tal de estar vivo no me interesaba quedarme sentado esperando a que se hiciera de día.
No iba ni en la mitad del cigarro mientras miraba al suelo apoyando mis codos en mis rodillas, cuando de pronto sentí como dos personas cruzaban por en frente mío. Levanté mi cabeza y vi a dos espaldas a paso lento alejarse de mí.
Era la gitana y el proxeneta.
La imagen que era como un espejismo, ó una exageración, pero era real.
No alcancé a atinar absolutamente a nada, mi esencia se fue a blanco. Estaba petrificado a esa banca. Ellos nos habían notado mi presencia y sentía como se alejaban, mientras yo miraba el suelo, quedando absolutamente en pánico.
Boté el cigarro y comencé a trotar con dolor a cualquier dirección distinta a la de mis acosadores. No tenía porque hacerlo, pero continué sin parar mirando las calles de reojo, buscando una salida a esta pesadilla.
De pronto divisé el río Moldova y seguí su cause hasta llegar al “Charles Bridge”, punto de referencia vital.
Estaba amaneciendo. Estaba exhausto y a salvo.
Cruzaba el puente y en la mitad, me detuve apoyando mis codos en la gruesa baranda de piedra cubierta de sangre y guerra.
Miré hacia el horizonte, pensé en mis padres y seres queridos. Conversé con Dios y conmigo mismo sintiendo una energía en mis mejillas con los rayos de sol de la mañana, y contemplando el horizonte, tranquilo, tan tranquilo, me eché desconsoladamente a llorar.

1 comentario:

Ricardo dijo...

Weon!!

Gran historia!!... muy bien contada además, te felicito.

Que susto en todo caso, si me pasa algo así a mi, no se que hago.

Oye, un amigo tiene un sitio con "historias de viajes" yo creo que esta le viene "de perillas", anda a verlo y si te tinca publicarlo ahí me avisas y los contacto.

http://www.haciendohora.cl/


Un abrazo!!