Mientras pasaban las horas entre el calor y la poca ventilación, nuestra ropa y manos comenzó poco a poco a oler a "fierro de micro", y nuestro sudor dada la carencia de aire comenzó a mezclarse con el que había acumulado en los asientos de esponja, cuya cubierta plástica tenía más de alguna rasgadura que hacia al tacto la esponja que lo contenía.
A pesar de todo, no estábamos tan mal. Sabíamos que el viaje no iba a durar para siempre, y dado que estábamos muy pero muy cansados, producto de las 10 horas antes recorridas (Luang Probang - Vientianne), y las 5 horas de espera adentro de la micro, íbamos a conciliar el sueño en la tranquilidad de la noche. Lamentablemente nada de esto ocurrió. A la hora de ruta, nuestro transporte se detuvo en las típicas paradas donde uno compra algo, a margen de ganancia considerable para los comerciantes y para que el chofer también reciba su comisión.
A pesar de todo, no estábamos tan mal. Sabíamos que el viaje no iba a durar para siempre, y dado que estábamos muy pero muy cansados, producto de las 10 horas antes recorridas (Luang Probang - Vientianne), y las 5 horas de espera adentro de la micro, íbamos a conciliar el sueño en la tranquilidad de la noche. Lamentablemente nada de esto ocurrió. A la hora de ruta, nuestro transporte se detuvo en las típicas paradas donde uno compra algo, a margen de ganancia considerable para los comerciantes y para que el chofer también reciba su comisión.