Contemplaba
tranquilamente la mañana desde la ventana de su pieza. Los colores eran mucho
más intensos que de costumbre y veía a los árboles mover levemente sus hojas con la
brisa, que parecían como si lo saludaran y le sonrieran. Era
curioso, no escuchaba ningún ruido y del
cielo cruzaban blancas nubes.
La luz que entraba
por la ventana tocaba sus manos y mejillas, y parecía como si lo abrazaran y cobijaran. Se sentía
como nunca, en una sensación infinita de emociones. Era
como volar o soñar en un espectáculo exquisito e infinito, hasta que todo se quebró cuando una ambulancia estacionó frente a su puerta de la que bajaron dos
hombres de blanco, quienes subiendo la escalera y entrando a su pieza, descubrieron su camisa
y comenzaron a golpearlo en el pecho en repetidas ocasiones a
suministrarle una inyección e inclusive a
introducirle un tubo por su boca.
No había nada
que entender. Sin fuerzas para resistirse y postrado en una cama se entregó, hasta que
curiosamente comenzó a escuchar un sonido, un solo sonido. Se trataba de un
ruido intenso y continuo. Algo así como
un pitido que hizo salir de la habitación a los hombres de blanco. Fue
justo en ese instante de distracción cuando decidió arrancarse del lugar. Con
la ayuda de una silla subió al marco de
la ventana y con esfuerzo logró llegar a una rama del árbol a
la cual aprovechó de acariciar en su corteza, y desde
ahí se pasó a una nube blanca para luego seguir saltando entre las nubes hasta que su silueta se
desvaneció en el mediodía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario