La Partida
Contemplaba tranquilamente la mañana desde la ventana. Era curioso, no había smog ni ruido alguno. Se sentía como nunca, hasta que dos hombres de blanco entraron a su pieza y comenzaron a golpearlo en el pecho. Sin fuerzas, se entregó justo cuando comenzó a escuchar un solo sonido intenso y continuo como un pitido, que hizo salir de la habitación a los acosadores, dándole el tiempo necesario para saltar por la ventana hacia una nube blanca, para luego apoyándose en la punta del cerro San Cristóbal, seguir saltando entre nubes hasta desvanecerse en el mediodía.
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