jueves, julio 26, 2007

México-Guatemala

Bueno a falta de viajes, se puede seguir soñando y recordando.

Pequeña crónica de un viaje....

Partiendo por México, luego de recorrer las preciosas ciudades y las increíbles playas del pacífico en la región de Oaxaca (Zipolite, Playa Ángel, Mazunte, Puerto Escondido, entre otras), me dirigí hacia el sur con el fin de cruzar a Guatemala. En el trayecto crucé la región de Chiapas, donde estuve en Palenque y en San Cristóbal de las Casas. Mientras estaba maravillado con la vegetación y ríos de Palenque, alucinando con la cultura Maya que irradiaba toda su grandeza con sus pirámides en medio de la selva, decidí continuar hacia el sur y aventurarme a cruzar la frontera entre México y Guatemala para llegar hasta Flores, una pequeña ciudad preciosa, cual era el “aproach” para llegar a un lugar maravilloso: Tikal.

El trayecto entre Palenque y la frontera la hice en una van-taxi que hace su ruta diariamente en tan sólo algunas horas. (Según un amigo afuera habían palmeras con música ambiental). Llegué a la frontera y me di cuenta que la división que existe entre México y Guatemala es por un río por lo cual tuve que navegar en una barcaza.
Llegué a la otra orilla después de tres cuartos de hora de navegación entre medio de una vegetación exquisita.
Luego de cumplir con el polvoriento y transpirado trámite legal en una casucha con techo de palmas secas, subí a una de esas clásicas micros tropicales sin puertas y plagado de personas, gallinas, frutas y una música estilo salsa-hip hop que llevaba puesto el conductor. Un par de horas después, ya estaba en Flores, disfruté de una reconfortante comida y de un reponedor descanso.
Antes del amanecer me dirigí en una van a Tikal que tomó cerca de una hora. Apenas llegué a la entrada del Parque me sentí maravillado por la mística que albergaba el lugar; Tikal es una metrópoli Maya encerrada por una abundante selva frondosa y muy verde, la cual contiene algunos de los restos arqueológicos más importantes de dicha cultura. Había leído y escuchado sobre la mística que alberga el parque y la sensación que provoca a los visitantes y la verdad es que sentí en carne propia una sensación muy especial mientras estuve en ese lugar.
Luego de recorrer casi todo el parque después de todo un día caminando y sacando fotografías, decidí contemplar el atardecer arriba de un templo llamado Mundo perdido, cuya cima está justo a la altura de la copa de lo árboles.
Logré apreciar durante horas el atardecer que se perdía en el horizonte de un mar de árboles verdes gigantes, entre medio del rugido de los animales que se sentían en el lugar. Era muy similar a ver una puesta de sol en el Océano, sólo que en vez de agua, eran millones de árboles gigantes plagados de aves, monos aulladores y araña, y simpáticos pizotes.
Sin lugar a dudas para mí, aquella puesta de sol, ha sido hasta ahora el más hermoso paisaje que he visto en mi vida, junto el amancer en la puerta del sol en Macchu Picchu.
Estuve en ese lugar tres días. Aprecié los amaneceres, atardeceres y las estrellas que se dejan ver por las noches. En todo momento me sentí bendecido por estar en ese lugar.
Luego volví a Flores y partí en largo trayecto rumbo a Yucatán a descansar por varios días en Tulum. Otro lugar mágico que me llevó a descansar y me dio tiempo para reflexionar por la impresionante travesía que había realizado.


Rodrigo Streitt

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